2 nov 2009

Reflexiones en torno al PNV y la Ley del Aborto

Autor:Aitor Esteban
El interés de los medios en subrayar la postura que el Partido Nacionalista Vasco ha manifestado ante el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo ha llevado a algunos a afirmar que se trata de una contraprestación hacia el gobierno en el marco de un gran acuerdo político. Nada más lejos de la realidad. Un tema tan delicado no podía ser objeto de transacción y nunca se ha planteado algo semejante. Hay que dejar claro también que los votos del PNV
no son estrictamente necesarios para la aprobación de la ley, puesto que el gobierno tiene ya los votos suficientes (PSOE, ERC, IU y Grupo Mixto) para obtener la mayoría absoluta de la cámara


Pero vayamos a la materia en cuestión. No creo que exista nadie que defienda el aborto. Si hay un consenso básico es que debería ser la ultima opción. Por lo tanto quienes se muestran favorables a la ley no son los proabortistas y los que están en contra los antiabortistas. Porque esta defensa furibunda del embrión que se hace desde círculos ultracatólicos contrasta con el silencio mantenido en cuanto a la ley actual ¿Es que ahora no se practican abortos al amparo de la legislación?

Por lo tanto más allá de posiciones pasionales es necesario saber en qué situación legal nos encontramos. Y lo cierto es que la legislación en vigor con sus tres supuestos (embarazo por violación, presunción de graves taras físicas o psíquicas para el feto, grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la embarazada) tal y como está redactada es un auténtico coladero en el que a través del tercer supuesto se producen abortos en avanzado estado de gestación. Por otra parte, la ley provoca una inseguridad jurídica que hace no saber exactamente ni a la mujer ni al profesional sanitario en qué situación se encuentran, o si pueden o no acceder a los supuestos contemplados por la ley. Ello hace que en su desesperación muchas mujeres busquen el aborto clandestino en lugares que no ofrecen las mínimas condiciones ni técnicas ni sanitarias. En definitiva la ley se ha convertido en un coladero indiscriminado que a su vez tiene muy poca claridad jurídica y que penaliza a la mujer con la pena de prisión, cuando no la empuja a abortar en situaciones de absoluta precariedad.

El aborto es un hecho que se da en la realidad diaria de nuestras ciudades y pueblos. Ante eso, ¿qué hemos de hacer? ¿Esconder la cabeza como el avestruz y fingir que no ocurre? ¿Debemos, por otra parte, legislar desde nuestro punto de vista moral y religioso y compeler a quienes no lo compartan a ajustarse a él? Hemos de legislar para la sociedad, para todos. Creyentes y no creyentes, nativos e inmigrantes, ricos y pobres. Y hemos de hacerlo sin hipocresías que permitan a algunos mantener la fachada de unos pretendidos valores en la ley pagando bajo manga el secreto viaje de la hija a abortar en Londres, mientras otras personas se juegan la vida abortando en auténticos tugurios.

Si el aborto es una realidad, la postura lógica es intentar que se produzca lo menos posible, creo que en eso coincidiremos todos, y en que si se produce lo sea con las máximas garantías sanitarias. Esto es, no forcemos a que mujeres desesperadas, que abortarán en cualquier caso, acudan a centros que no reúnen las mínimas condiciones ni profesionales ni sanitarias para realizar la intervención. Y asegurémonos de que si el aborto se produce, sólo se haga en las primeras semanas del embarazo. Esto no es animar ni obligar a nadie a que aborte. Ahí entrarán las convicciones de cada cual. Pero lo que si querría es que si una persona tiene que pasar por ese trago lo haga con unas mínimas condiciones dignas y de seguridad.

Es por ello que se opta por una ley de plazos, en concreto 14 semanas. Sistema que es el más extendido en Europa con diferencia. ¿Es que los alemanes, los austríacos o los noruegos son unos impíos indeseables? ¿A tenor de lo que pasa en el entorno europeo no resultará que los raros somos nosotros? Como en el caso de éstos, el proyecto de ley contempla un plazo para que la mujer pueda reflexionar sobre su decisión final y asegura que le sea proporcionada con antelación toda la información necesaria sobre ayudas públicas disponibles para la cobertura sanitaria y para el cuidado y atención de los hijos, derechos laborales vinculados a la maternidad, beneficios fiscales etc.

Para empezar hay que decir que las estadísticas señalan que la mayoría de los abortos se produce cuando las mujeres tienen una edad entre 25 y 30 años. Por eso, centrar la problemática del aborto y la postura acerca de esta ley en la mayor o menor permisividad de las relaciones sexuales en nuestra sociedad y en la interrupción voluntaria del embarazo de personas de 16 años, es cuando menos, una tergiversación interesada. En cualquier caso, el partido entiende que en esos casos de menores la comunicación a los padres debe producirse. Aunque sea estudiable que haya circunstancias que puedan constituir una excepción, como casos de violencia intrafamiliar o de desamparo.

Por otra parte si el PNV defiende por las razones ya explicitadas que no puede imponerse una ética religiosa a nadie, por las mismas razones entiende que también deben respetarse las creencias de los profesionales sanitarios por lo que abogará por una ley que regule su derecho a la objeción de conciencia.

El Partido Nacionalista Vasco ha meditado largamente su posición en esta materia. Por una parte durante más de un año se han estado reuniendo una serie de comisiones y se ha consultado a expertos y afiliados. No es pues una decisión tomada a vuelapluma. Y hay que señalar que se ha sido valiente al adoptar una postura como Partido y no escudarse en la libertad de voto, que puede ser una salida si no se tiene una decisión formada, pero que da una imagen no lo suficiente fuerte de un partido político que debe enfrentar y posicionarse ante todos los problemas de la ciudadanía. El Partido ha vuelto ha dar una imagen de independencia que, para quien conozca su historia, no es nueva. Ya en 1936, cuando todavía era un partido confesional y en un ambiente en que la religión formaba parte del centro de la discusión política, optó por rechazar los cantos de sirena del Vaticano y mantenerse fiel a la República a pesar de que curia y cardenales se arremolinaran en el bando franquista. Probablemente algunos de sus afiliados no lo entendieron pero el tiempo le dio la razón. Ahora tampoco algunos, pocos, lo harán. Pero las posiciones dogmáticas y montaraces, sean del signo que sean, no van con el Partido ni con su mayoría social.

He tenido que participar y acatar en todos estos años de militancia muchas decisiones que no compartía en absoluto. Nunca he pedido libertad de voto, porque creía que mi responsabilidad como miembro de una organización era acatar lo que los órganos del partido hubieran decidido, aunque en algunos momentos me costara más de un cabreo. En consecuencia tampoco debo reclamar esa libertad ahora. No he sido elegido como diputado por mi nombre sino por representar a unas siglas. En cualquier caso, debo decir que mi posición personal como jelkide y como creyente no me aleja de las posiciones del documento sobre la interrupción voluntaria del embarazo elaborado por el EBB. Personalmente no me veo animando a nadie a que aborte, antes al contrario, intentaré disuadirle. Pero estoy convencido que una nueva legislación en la línea que argumenta el documento del PNV es necesaria y contribuirá a disminuir el número de abortos además de aliviar la situación de mujeres que de seguro en la inmensa mayoría de los casos están pasando por unas circunstancias de angustia y desolación que debemos, en la medida de nuestras posibilidades, intentar aliviar.

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