11 sept 2025

Pensionistas: entre la dignidad y la demagogia


La dignidad de los pensionistas no puede ponerse en cuestión. Es de justicia que después de una vida de trabajo merezcan una pensión suficiente para vivir con tranquilidad. Lo que sí discuto es el uso político que algunos hacen de esta causa.

EH Bildu y Podemos han convertido la Iniciativa Legislativa Popular sobre pensiones en un instrumento más contra el Gobierno Vasco. El problema es que se está trasladando a la ciudadanía un mensaje engañoso: que basta con decretar que todas las pensiones mínimas se equiparen al SMI y, automáticamente, todos los problemas se resuelven.

La realidad es bastante más compleja. La casuística es diversa. De quienes no pudieron por circunstancias diversas, hasta quienes prefirieron cotizar al mínimo a la vez que suscribian planes privados de pensiones o jubilacion. Ambos grupos (y otros que no cito) reclaman una pensión digna.

Pensiones dignas para quienes, como, digo, por circunstancias diversas, no pudieron cotizar para poder optar a una pensión digna. Mientras otros prefirieron, obviar, durante años un sistema que se financia precisamente de esas cotizaciones. ¿Debemos igualar todas las pensiones al SMI, incluso las de quienes libremente optaron por cotizar menos?

Tampoco se tiene en cuenta la renta total declarada en el IRPF. ¿Por qué un pensionista con patrimonio inmobiliario o rentas financieras debería recibir un complemento público al mismo nivel que quien de verdad solo tiene su pensión para sobrevivir?

El debate no es fácil. Y es cierto que hay más de 90.000 pensionistas en Euskadi con pensiones por debajo del SMI. Pero la solución no puede ser una pancarta ni un eslogan. Hace falta un pacto serio, sostenible y justo. Un pacto que garantice a los mayores una pensión digna, pero que no rompa la lógica contributiva ni abra la puerta a agravios comparativos.

Lo que no necesitamos son discursos fáciles ni la utilización partidista de un movimiento social tan respetable como el de los pensionistas. Porque cuando los problemas complejos se simplifican en exceso, la factura la terminamos pagando todos.

La dignidad de nuestros mayores no debería ser campo de batalla electoral. Quien convierte sus necesidades en arma política demuestra poca sensibilidad social y aún menos responsabilidad de gobierno.”


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