Pensionistas: entre la dignidad y la demagogia
La dignidad de los pensionistas no puede ponerse en cuestión. Es de justicia que después de una vida de trabajo merezcan una pensión suficiente para vivir con tranquilidad. Lo que sí discuto es el uso político que algunos hacen de esta causa.
EH Bildu y Podemos han convertido la Iniciativa
Legislativa Popular sobre pensiones en un instrumento más contra el Gobierno
Vasco. El problema es que se está trasladando a la ciudadanía un mensaje
engañoso: que basta con decretar que todas las pensiones mínimas se equiparen
al SMI y, automáticamente, todos los problemas se resuelven.
La realidad es bastante más compleja. La casuística
es diversa. De quienes no pudieron por circunstancias diversas, hasta quienes prefirieron
cotizar al mínimo a la vez que suscribian planes privados de pensiones o jubilacion. Ambos grupos (y otros que no
cito) reclaman una pensión digna.
Pensiones dignas para quienes, como, digo, por
circunstancias diversas, no pudieron cotizar para poder optar a una pensión digna.
Mientras otros prefirieron, obviar, durante años un sistema que se financia
precisamente de esas cotizaciones. ¿Debemos igualar todas las pensiones al SMI,
incluso las de quienes libremente optaron por cotizar menos?
Tampoco se tiene en cuenta la renta total
declarada en el IRPF. ¿Por qué un pensionista con patrimonio inmobiliario o
rentas financieras debería recibir un complemento público al mismo nivel que
quien de verdad solo tiene su pensión para sobrevivir?
El debate no es fácil. Y es cierto que hay más
de 90.000 pensionistas en Euskadi con pensiones por debajo del SMI. Pero la
solución no puede ser una pancarta ni un eslogan. Hace falta un pacto serio,
sostenible y justo. Un pacto que garantice a los mayores una pensión
digna, pero que no rompa la lógica contributiva ni abra la puerta a
agravios comparativos.
Lo que no necesitamos son discursos fáciles ni la
utilización partidista de un movimiento social tan respetable como el de los
pensionistas. Porque cuando los problemas complejos se simplifican en
exceso, la factura la terminamos pagando todos.
La dignidad de nuestros mayores no debería ser
campo de batalla electoral. Quien convierte sus necesidades en arma política
demuestra poca sensibilidad social y aún menos responsabilidad de gobierno.”
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