25 ago 2025

¿Quién manda en Aste Nagusia?


La autoridad policial frente al poder de las comparsas

Las palabras del alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, han sido contundentes:
“Han sido minoritarios pero son hechos graves y creo que nos tenemos que empoderar como sociedad para que la autoridad policial esté fuera de toda duda. Si perdemos la autoridad policial estamos en riesgo como sociedad. La convivencia requiere de la policía para atajar las conductas incívicas e ilegales. Por eso es muy importante que la ciudadanía respete a la Policía Municipal y a la Ertzaintza. Queremos que nos cuiden y que preserven el servicio público de seguridad.”

Una declaración que transmite respaldo absoluto a los cuerpos de seguridad y que, sin embargo, contrasta con la sensación vivida durante esta Aste Nagusia. Porque lo cierto es que, en buena parte del recinto festivo, la impresión es otra: la de una autoridad policial condicionada, cuando no limitada, por el peso de Bilboko Konpartsak.

La propia concejala de Seguridad, Amaia Arregi, ha defendido la presencia de un dispositivo policial “reforzado y coordinado, las 24 horas del día”, pero no es menos cierto que, en la práctica, las comparsas llevan años marcando las reglas de juego en El Arenal. Y ese pulso se nota: los agentes, tanto municipales como de la Ertzaintza, son vistos como invitados incómodos en un espacio que debería ser público y de todos, pero que en demasiadas ocasiones parece estar bajo tutela de un grupo privado que impone su ley festiva.

¿Dónde queda entonces la autoridad?

Si el alcalde defiende que la policía debe ser el referente indiscutible de convivencia, y la concejala recalca la seguridad como eje de la fiesta, cuesta entender que durante Aste Nagusia se dé la impresión de que son las comparsas quienes deciden hasta dónde llega la presencia policial en su recinto. Una cesión tácita que erosiona la credibilidad de las instituciones y proyecta la idea de que la ley se suspende en fiestas.

La fiesta más grande de Bilbao merece respeto, alegría y convivencia. Pero ninguna fiesta puede permitirse debilitar a la policía ni ceder el control del espacio público a intereses particulares. Porque si la autoridad policial se relativiza, como advierte el propio Aburto, lo que está en riesgo no es solo el orden en Aste Nagusia: lo que está en juego es la convivencia misma de la ciudad.



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